Las luchas del movimiento obrero se expresan en todo el mundo y, en particular, en los países centrales con las movilizaciones y paros de sindicatos industriales como los portuarios en Gran Bretaña, los aéreocontroladores en Italia y los ferroviarios en EE.UU.
Las masivas protestas por mejoras en las condiciones de vida se vuelven cada vez más recurrentes y con progresivo protagonismo de sectores populares, como ocurrió en Austria, mientras que ni aún en el mejor escenario previsto por los grupos de poder se avizoran mejoras sustanciales para las familias trabajadoras.
Dicho problema también tiene su reflejo en lo nacional. Luego del acuerdo firmado en marzo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se abrió un nuevo periodo de lucha para el movimiento popular. El camino hacia el paro general se hizo eco en las principales ciudades del interior-centro del país aunque no con la suficiente fuerza para llegar a tiempo antes del golpe devaluatorio.
Este último reordenó el marco de alianza gubernamental con la iniciativa de los sectores gran-industriales del país, aliados a sectores extranjeros -principalmente norteamericanos-, y por ello ganó protagonismo en el Gobierno Nacional Sergio Massa. Ello causó el desarme del movimiento social para dar paso al ascenso del bloque expresado por el ministro y sellado con la movilización del 17 de agosto y el movimiento masivo contra el intento de asesinato de Cristina Fernández.
Así, puede verse en el movimiento obrero nacional dos tácticas que se disputan la orientación de la lucha de los trabajadores: una, promoviendo la integración en la alianza del sector industrial-monopólico nacional (donde confluyen las principales firmas industriales), bregando por ciudadanizar los trabajadores para desarmarlos material y moralmente; y otra, intenta emerger como movimiento social de protesta, en alianza con otras fracciones del movimiento estudiantil y la pequeña burguesía.
Esta alianza social independiente -gestada con las movilizaciones de salud, docentes y estatales en casi todas las provincias del país- representa una seria amenaza para la iniciativa del bloque empresarial y por eso intentan desactivarla.
En ese marco buscan relanzar el pacto social para garantizar las condiciones de estabilidad y cumplir a rajatabla con las metas fiscales de los acuerdos con los organismos internacionales de crédito, como enuncian los objetivos del nuevo superministro.
Frente a ello es imperioso emprender la conformación de una fuerza social que sea capaz de lograr cambios sustanciales y duraderos para los sectores populares. Sólo llevándola adelante en la práctica podremos revertir la situación.