Podemos tomar la referencia de Clausewitz cuando menciona que la guerra es “una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios” para hacer la analogía en la actualidad con quienes pretenden separar la economía de la política. Esta separación no hace más que alimentar una falsa antinomia que sirve de justificación (por limitaciones o incompetencia) de las decisiones gubernamentales.
En realidad, lo que existe es un escenario de guerra, donde las clases dominantes pujan por obtener los recursos y el valor producido por el trabajo, imponiendo su organización social al resto de las clases.
En dicho escenario, la verdadera política se encarga de garantizar los intereses de una determinada clase social en el escenario de enfrentamiento. Y así, mientras el pueblo es convidado a discutir sobre armados electorales, referencias y candidatos, la política real se impone con la fuerza del poder.
Un ejemplo de ello es el cauce logrado por los grandes jugadores de las finanzas globales que, aún disputándose entre sí mayores porcentajes de la torta, logran en unidad imponer su política a todos los sectores de la economía y la política a través del cuello de botella de la deuda externa y el control de las principales variables de planificación, como ocurre con los programas impulsados por las cumbres internacionales impuestas a rajatabla en todas las escalas territoriales (nacionales, provinciales y locales).
Así, las condiciones materiales (economía) se reproducen junto y en paralelo a la organización social del Estado (política) que no es sólo el gobierno, ni tampoco la política institucional, aunque las contempla.
Por ello, decimos que las clases dominantes utilizan la economía como ejecución de su política, y a la política como vehiculizadora de su economía, borrando los límites entre una y otra. La imposición de un presupuesto nacional para el año próximo que prioriza sin tapujos el pago de deuda en beneficio de los actores financieros globales es el fiel reflejo de ello.
Como pueblo trabajador esta situación nos lleva a la necesidad de construir poder para impulsar un proyecto estratégico que plantee que ningún ser humano viva en la pobreza, contemplando el mejoramiento de nuestras condiciones de vida (economía) y, junto a ellas, las condiciones sociales y políticas que puedan garantizarlas (política).