El debate entre la devaluación o la dolarización tiene como base el sacrificio de las condiciones de vida de los que necesitan trabajar para sobrevivir.
La profunda situación de crisis social responde a una fuerte contraposición de intereses hacia el interior del poder económico, donde las alternativas se dirimen, una vez más, entre la política de la devaluación y la dolarización.
Este enfrentamiento se enmarca en un escenario más amplio que tiene al mundo en conflicto sobre el patrón monetario del dólar, que desde 1945 ejerce un dominio hegemónico en las transacciones comerciales a nivel global. Desde los acuerdos del pacto de Bretton Woods, que revelaron los intereses que estaban en juego en la Segunda Guerra Mundial, se estableció un sistema monetario internacional basado en el patrón oro y el dólar estadounidense como moneda de reserva. Bajo este sistema, las monedas de los países estaban vinculadas al dólar y, a su vez, el dólar estaba vinculado al oro a un precio fijo de 35 dólares por onza (unidad de medida del oro).
A su vez, con el pretexto de promover la estabilidad financiera y el desarrollo económico a nivel mundial, se creó el marco institucional que aún hoy resguarda los intereses de esta fracción de poder: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (más tarde conocido como el Banco Mundial).
Esta situación se profundizó en 1971, cuando el gobierno de Estados Unidos anunció unilateralmente la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro. De esta manera, las monedas comenzaron a fluctuar libremente en los mercados de divisas en lo que se conoce como un sistema de tipos de cambio flotantes. Esto significaba que las tasas de cambio entre las monedas ya no estaban fijadas y podían variar según la oferta y la demanda en los mercados internacionales. De este modo se impusieron las reglas del vigente sistema financiero internacional.
La guerra es financiera
La hegemonía del dólar descansa hoy en que más de 85% del intercambio global se realiza a través de la mediación de la divisa norteamericana. Sin embargo, se ha profundizado últimamente el uso del dólar como instrumento de combate, revelando tensiones que señalan la profundización del conflicto en el ámbito financiero.
Ante la invasión de Rusia a Ucrania, la respuesta, antes que bélica, fue principalmente financiera. De hecho, a través de una acción conjunta, el 28 de febrero de 2022, la Unión Europea, EE.UU., el Reino Unido, Canadá, Japón, Australia y Suiza decidieron congelar 640.000 millones de dólares de las reservas internacionales del banco central de Rusia. Otra de las medidas adoptadas fue la desconexión de siete bancos rusos del sistema internacional de pagos SWIFT, el principal para realizar transacciones financieras. El Kremlin había advertido de que esta medida sería considerada una “declaración de guerra”.
Desde este momento, se dieron lugar iniciativas con el objetivo de evitar el uso del dólar. El abastecimiento de gas ruso a China se realiza en rublos y en yuanes desde el acuerdo firmado en 2022 por las petroleras CNPC y Gazprom. Argentina y Brasil también entraron en ese esquema con acuerdos comerciales que permiten pagar las importaciones con yuanes. Además, nuestro país recientemente completó un pago al FMI con yuanes luego de la última ampliación del swap.
Devaluar o dolarizar
Este debate en el escenario nacional, está condicionado por el historial de recurrentes crisis económicas en torno a la inflación y la inestabilidad del tipo de cambio en el sistema flotante, principalmente desde el colapso del régimen de convertibilidad implementado por el gobierno de Carlos Menem (que fijó la paridad del peso con el dólar estadounidense) en 2001.
Desde entonces, la confrontación se dirime entre devaluar o dolarizar. En la actualidad esta disputa gana un tenor particular dada la coyuntura electoral en la que el ganador de las PASO, Javier Milei, propone como principales medidas eliminar el Banco Central y la adopción del dólar estadounidense como moneda oficial.
El empresario inmobiliario Eduardo Costantini, en una reunión realizada en septiembre en la Bolsa de Comercio de Córdoba, sostuvo que las propuestas de Milei generan “inquietud” en los empresarios. Describió que si el candidato, en vez de “jugarse el todo por el todo” a una dolarización, fuera por una medida “más plausible, como es la independencia del Banco Central, el mercado lo tomaría bien”. Ante la consulta, Costantini se inclinó por devaluar: “$350 es bajo; debería estar 20% o 30% arriba”.
A su vez, señaló que para bajar la inflación hay que bajar el gasto y, referenciando a Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de EEUU; dijo que “hay que debilitar el mercado laboral para que los aumentos de sueldo no sean tan altos, para que no presionen los precios. Así funciona la economía. Hoy el desequilibrio es gigante y no hay otra solución que disciplinarnos y hacer sacrificios para un día estar mejor”.
Otro reciente evento en el que se explayaron posiciones de referentes del ámbito empresarial fue el encuentro del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), que apoyó la candidatura de Patricia Bullrich, presente en el mismo. En este marco, el dueño de Corporación América, Eduardo Eurnekian, consideró que “dolarizar es secundario” y que hay que tener un orden y una disciplina.
“No hay ninguna motosierra. Ya saldamos el pleito de la dolarización”, dijo por su parte Carlos Melconian, presidente del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea y elegido por la candidata Bullrich para dirigir el Ministerio de Economía en caso de llegar a la presidencia. “Nosotros vamos a tener un régimen cambiario en donde vamos a diferenciar todo lo que sea importación flujo de deuda vinculada a este año, no porque no la vayamos a reconocer sino porque van a tener una salida alternativa”, precisó.
Por otro lado, Pierpaolo Barbieri, el fundador de la fintech Ualá, dijo la semana pasada en una entrevista a Bloomberg TV que la dolarización de la economía sería positiva para los préstamos a largo plazo en el país. “Hoy en día, sólo entre el 7% y el 8% de la gente tiene acceso al crédito formal. Y en una economía dolarizada, creo que esa cifra aumentaría mucho”, valoró. Agregó que “es probable que una dolarización de la economía argentina también apresure el cambio del país hacia los pagos digitales, que se ha acelerado desde la pandemia”.
Mientras tanto, el gobierno sigue por la senda de la devaluación. El ministro de Economía, Sergio Massa, confirmó que en diciembre de este año planea volver a modificar el tipo de cambio fijo que dispuso en agosto, para poner el dólar mayorista a un valor de $367. Además, el proyecto de Presupuesto 2024 presentado la pasada semana por el ministro contempla que al culminar el año próximo se situaría en $600.
De esta forma podemos situar en el bando de la salida devaluatoria a los principales conglomerados empresarios de origen nacional, que promueven la devaluación del peso como mecanismo para ganar competitividad para el desarrollo de una industria “nacional”, aspecto presuntamente positivo en cuanto a la generación de más puestos de trabajo. Sin embargo, en los dichos y en los hechos, se trata de una industria perfilada a la exportación, un modelo que se viabiliza a través de un mayor deterioro de la participación de los trabajadores en los ingresos.
Por otro lado, por la opción de la dolarización confluyen actores del sector financiero tanto local como extranjero, que sostienen que esta alternativa garantizará estabilidad monetaria para atraer inversiones extranjeras y facilitar el acceso a los mercados internacionales de capitales.
Se trata de proyectos que responden a distintos intereses sociales, pero ambos sostenidos sobre el sacrificio de las condiciones de vida de los que necesitan trabajar para sobrevivir. Es en este aspecto donde hay que dar cuenta con urgencia de cuál es la verdadera política que promueva el interés del pueblo trabajador, antes que seguir especulando a la alternativa menos nociva para el mismo.