Desde Tribuna realizamos una entrevista a Sergio Arelovich, coordinador del Mirador de la Actualidad, el Trabajo y la Economía (MATE), quien nos comentó acerca del panorama actual de las condiciones de vida de los trabajadores.
¿Cuál es el mapa actual de las condiciones de vida en el país?
Los niveles de pobreza han crecido, e inclusive están subestimados porque la última edición le pertenece al mes marzo y, en función de lo que ha ocurrido, es previsible que esto se haya agudizado aún más. Y para el futuro se seguirá agudizando como consecuencia de la delegación de facultades que acaba de recibir el Gobierno Nacional con la aprobación de la Ley Bases.
La desocupación se ha incrementado en forma significativa respecto del mismo período del año anterior y, además, se puede visualizar que esto va a seguir creciendo como consecuencia del impacto que está habiendo en el mercado de trabajo con el accionar de grandes empresas, como por ejemplo Acindar, en la provincia de Santa Fe, que va a pegar fuertemente en el empleo y la cuestión salarial, no solamente en la provincia sino también en el conjunto del país.
Además, las fuentes de crecimiento del consumo están fuertemente golpeadas por la caída de los ingresos salariales registrados y no registrados. También los ingresos de los trabajadores estatales y el trabajo independiente bajo la forma de monotributo (que no ha dejado de crecer desde su creación sobre finales de 1980) vieron reducidos el poder adquisitivo. Por lo tanto, el consumo en general está golpeado por la caída de los ingresos.
Todo este escenario hace pensar que el “rebote” del que hablan, en caso de que exista, va a ser para muy pocos y lo que va a provocar es precisamente la agudización de la desigualdad entre capital-trabajo, capital-capital, Estado-capital y capital local-capital extranjero.
La realidad de los trabajadores es el crecimiento de la desocupación y de la pérdida de poder adquisitivo, ¿del otro lado quienes ganan?
En la Argentina hay más o menos un millón de contribuyentes del impuesto a los valores agregados, de los cuales aproximadamente 180.000 son sociedades regularmente constituidas.
En cuanto a ellas, lo que existe es una fuerte concentración económica. El mercado está concentrado fundamentalmente en empresas locales de gran porte y en empresas transnacionales.
A su vez, las empresas locales son firmas que en la mayoría de los casos tienen eslabones en otros países, otras sirven de ofrecimiento de servicios y en otros casos, simplemente sirven como pantalla porque están ubicadas como un paraíso fiscal.
Para el caso del comercio internacional, para el conjunto de las grandes empresas que exportan la mitad vende su producción en el mercado global y la otra mitad la venden a sus propias firmas quienes son ni más ni menos que eslabones que pertenecen a una misma compañía, ubicada con casa matriz en Argentina o en el extranjero.
Este no es un fenómeno de la Argentina, sino del capitalismo mundial, pero debemos tomar alguna actitud ya que de lo contrario estas empresas hacen lo que quieren. Esa complejidad de la estructura societaria es un elemento que cualquier Estado inteligente debe plantearse de abordar.
¿Cuál es el camino que tenemos que seguir los trabajadores para poder revertir esta situación?
Desde hace mucho tiempo las centrales sindicales de tercer grado (como CGT y CTA) han abandonado la pelea por el salario mínimo, un concepto fundamental que abarca al conjunto de la clase trabajadora.
El salario mínimo vital y móvil hoy está en un nivel miserable, apenas por encima de los 200.000 pesos. Por lo que, se debería exigir desde estas organizaciones sentarse a discutir en el Consejo del Salario esta cuestión, ya que sino va a ser muy difícil avanzar en otras cosas.
De ello se ocupan las asociaciones gremiales de segundo grado, como por ejemplo de la Federación Aceitera o la Asociación Bancaria, que cuando discuten el salario lo hacen sobre la base de la canasta de pobreza o de lo que el trabajador necesita para vivir. El resto de los gremios, en el mejor de los casos, piden recuperar la porción del salario perdida en el pasado.
Por eso hay que dar la pelea en tres dimensiones: primero, el salario tiene que permitir reproducir la fuerza de trabajo; segundo, el conjunto de los salarios deberían participar equitativamente de la distribución del valor agregado bruto de la producción respecto al capital; y, en última instancia, para el caso de los escenarios de alta inflación como en Argentina, discutir el tema de la actualización salarial en base a ello.