“Hermanados en un mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado”, con estas palabras, Raúl Scalabrini Ortiz describía el 17 de octubre.
Este hecho es relevante, no solo por la masividad de las movilizaciones de los trabajadores, sino, sobre todo, por su componente cualitativo. Un movimiento de masas que se había hecho presente en la escena marcando los límites desde “abajo”.
A 79 años del “hecho maldito del país burgués”, los sindicatos convocan a un paro con acciones de protesta impulsado por las condiciones de vida regresivas que golpean al conjunto de los trabajadores.
Las condiciones económicas comparadas a aquel momento han cambiado: la composición obrera fabril/industrial no es la misma, la emergencia de nuevos actores económicos, como los fondos de inversión, o los mecánismos de endeudamiento acrecentados en los territorios, son algunas de ellas.
Pero si algo se mantiene constante es el hecho de que el lanzamiento de las masas a la lucha por torcer las decisiones no se producen de manera “aislada”, ni como situaciones “espontáneas”. Ahí radica el punto que debe interpelar, cómo mínimo, a las organizaciones sindicales definiendo las tareas necesarias para construir ese escenario.
Quienes proclamen la historia del 17 de octubre, no deben olvidar que este hecho estuvo marcado por la presencia activa de los trabajadores quienes decidieron combatir la política institucional dictada “desde arriba” e imponer un gobierno que atienda, en primer orden, las mejoras para la clase trabajadora.