El aumento de actores involucrados, la implementación de mayor tecnología armamentística y la extensión del radio del conflicto bélico hacen del mundo escenario de la guerra.
En los últimos días de noviembre, el ejército de Ucrania realizó un ataque en la región rusa de Bryansk con cohetes de largo alcance ATACMS provistos por Estados Unidos. Hasta entonces Ucrania solo contaba con la autorización estadounidense para utilizar los misiles para ataques en el territorio invadido por Rusia.
“Después de los ataques de largo alcance de Ucrania, un conflicto regional adquirió elementos de uno global”, advirtió el presidente ruso, Vladimir Putin y confirmó que Rusia disparó en represalia un misil balístico experimental de mediano alcance contra la ciudad ucraniana de Dnipro.
Efectivamente, la extensión del combate llegó a Alepo e Idlib, donde los ejércitos de Rusia y Siria bombardearon zonas ocupadas por grupos yihadistas (entre ellos Hayat Tahrir al-Sham, anteriormente afiliado a Al Qaeda). El canciller ruso, Serguéi Lavrov, señaló que dichos grupos son apoyados por Estados Unidos y el Reino Unido, entre otros.
Sin embargo, los grupos rebeldes prosiguieron su avance y tomaron el jueves pasado la ciudad de Hana tras combates con el ejército sirio, que reconoció su derrota y ordenó su repliegue. Las fuerzas prosiguen su paso tomando ciudades estratégicas aproximándose a la capital Damasco.
De esta forma, escala la conflictividad del combate a pesar del supuesto interés internacional en apaciguar los enfrentamientos. En este marco se puede mencionar el reciente acuerdo de alto el fuego entre el grupo libanes Hezbollah e Israel, mediado por Estados Unidos y Francia.
Desde su puesta en vigor, la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU en Líbano (UNIFIL) denunció que Israel ha violado su acuerdo “aproximadamente 100 veces”.