Los recientes sucesos en la órbita política nacional produjeron un sacudón en la interna del Frente de Todos terminando la semana con cambios en la jefatura de gabinete y la conducción de cinco ministerios. Esto ocurre luego de los resultados electorales de las PASO, donde se colocó como segunda fuerza detrás de Juntos por el Cambio.
Entre dimes y diretes, un conjunto de organizaciones sociales y sindicatos del movimiento obrero tomaron partida y expresaron su apoyo al Gobierno, a la presidencia de Alberto Fernández y la continuidad de las políticas del pacto social. Otros, como el Movimiento Evita, incluso habían planteado convocatorias de movilización en apoyo.
El mensaje transmitido desde la alianza gobernante propone la elección de uno u otro modelo de país. Aún, correspondiendo a que los gobiernos de actual gestión y el anterior apuntalan distintos sectores, la elección a la que condicionan al pueblo presenta ilusiones que son cuanto menos importantes de develar.
Es que las condiciones de vida para los trabajadores no se han visto mejoradas por la fuerte devaluación de los salarios, la masa de dinero tomada como deuda de la gestión anterior y la presente legitimación de la deuda para los pagos de la misma de la gestión actual, sumando a ello los proyectos de continuidad de la matriz productiva (como por ejemplo ley de Hidrocarburos) y sin modificaciones sustanciales en la dirección de las políticas de Estado, tal cómo lo refleja la presentación del presupuesto para el 2022, creando las condiciones para el crecimiento de la pobreza y el desempleo.
Hoy, las propuestas se enmarcan principalmente en el marco político-institucional, sin otorgarle a los trabajadores otro lugar en esa discusión que no sea la del ciudadano que acude al cumplimiento del deber civil de la votación.
En ese marco, cada dos o cuatro años, el pueblo es convocado a “elegir” las alternativas. En ese ejercicio, el pueblo tropieza en el camino de la unidad material por la que tanto se proclama. El resultado termina siendo la desmovilización en la sociedad y así no hay posibilidades del ejercicio de poder por parte de los trabajadores.
Nuestro destino, entonces, es obturado por aquello que la posibilidad del momento nos permita. Por ende, la tarea que nos concierne transcurre por cambiar esa orientación. Ya no expresados como civiles a los cuales hacemos de la participación en las urnas, sino en cada órgano, espacio de base, sindicato o cooperativa desde la que empujamos por emerger nuestras demandas reales.
La conclusión a la que se debe llegar es que la unidad de cualquier alianza que se proponga incidir de forma concreta y real en el mapa de poder con transformaciones que combatan las desigualdades que anidan en nuestra sociedad no cabe en una foto, ni tampoco es una propuesta para las urnas.