La escasez y el precio de los alimentos se agudizan como consecuencia de la guerra en Europa.
El desarrollo de los acontecimiento bélicos entre Rusia y Ucrania pone al alimento en el centro del debate de los gobiernos y las instituciones. La crisis alimentaria que sacude al globo desde hace décadas se profundiza y se hace visible a través de las alzas históricas de los índices inflacionarios.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el costo de las importaciones de alimentos en todo el mundo alcanzará en 2022 una cifra récord de 1.8 billones de dólares, advirtiendo que “muchos países vulnerables pagarán más, pero recibirán menos comida”.
Rusia y Ucrania son responsables de la exportación de casi una tercera parte del trigo y la cebada del planeta y de más del 70% de aceite de girasol. Desde el inicio del conflicto, la logistica de transporte de los puertos del mar Negro se encontró comprometida por motivos de seguridad.
En este contexto, se reunieron en la ciudad turca de Ankara el ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, y su par ruso, Sergei Lavrov, para discutir sobre la apertura de un corredor marítimo para la exportación de granos.
Cavusoglu declaró después de la reunión que “si debemos abrir el mercado internacional ucraniano, pensamos que es legítimo levantar los obstáculos a las exportaciones rusas”.
Por su parte, Volodimir Zelenski, presidente ucraniano, durante una reunión ministerial de la OCDE, pidió la exclusión de Rusia de la FAO. “¿Qué hace Rusia ahí sí provoca el hambre de al menos 400 millones de personas, o potencialmente a más de 1.000 millones de personas?”, se preguntó Zelenski.