En el contexto de mediaciones políticas, entre oficialismo y oposición, avanzó la propuesta del Presupuesto 2023 en la comisión del Congreso para lograr una media sanción esta semana y pasar a Senadores donde, si hay acuerdo, será aprobado.
Lo que la realidad demuestra es que, números más números menos, existe efectivamente un acuerdo y este no se inscribe precisamente en el “debate parlamentario”. Oficialismo y oposición ya acordaron previamente, y es que el presupuesto tiene una variable sobre la cual se producirá el golpe: las condiciones de vida para el trabajador de a pie.
Los números son una cachetada que invitan a despertar sobre la efectiva orientación de recursos destinados a resolver los exacerbados márgenes de ganancias del capital usurario en detrimento de las condiciones de vida básicas como educación y salud.
En la edición anterior hemos planteado que los servicios de deuda representan un 16% del gasto público, mientras que educación y cultura suponen un 9,6%, y salud representa apenas un 6,5%.
Fue hace tan solo un año atrás cuando comenzaron a liberarse casi de forma generalizada las restricciones sanitarias que nos obligaron a permanecer en cuarentena estricta para evitar el colapso del sistema de salud ante la debilidad estructural en la que se encontraban los establecimientos y sus respectivos equipamientos.
Luego de enfrentar ese escenario, y lejos de cosechar un aprendizaje, en la actualidad esa orientación de recursos no ha cambiado. Muy lejos aún, el esquema presupuestario prioriza el pago de intereses a la deuda externa que sopesa sobre la resolución de demandas comunes a los sectores de la población. Esto es equivalente a menores recursos para equipamiento sanitario.
En ese marco, en el día de la lealtad peronista los distintos espacios sindicales y de organizaciones sociales realizaron convocatorias para expresar sus posiciones ante el contexto social y el apoyo a las fracciones hacia el interior de la alianza de gobierno.
Las lecturas de las cúpulas enmarcan la situación social en disputas electorales, mientras que la realidad de los argentinos trabajadores sigue sumergiéndose en mayores condiciones de pobreza, sobreexplotación laboral y salarios deprimidos, profundizando la tendencia de que en muchos casos hace falta contar con dos o tres empleos para “llegar” a fin de mes.
Es momento de avanzar, planteando las demandas en cada sector y espacio de trabajo para disputar un presupuesto acorde a las necesidades del pueblo trabajador. Será una tarea organizativa y un desafío conjunto elaborar planes comunes que apunten en esa dirección, aún cuando las propias dirigencias sean un impedimento para llevarlos a cabo.