China se erige como el principal socio comercial de Latinoamérica siendo el principal destino de las materias primas y de gran injerencia en la deuda pública, las inversiones y la valorización de las monedas nacionales.
Con las reformas del Estado chino promovidas en 1978 se dio impulso al desarrollo del “socialismo de mercado” permitiendo la apertura de la economía a los capitales financieros globales. Allí vieron grandes posibilidades de crecimiento gracias a su gran riqueza natural y la gran cantidad de mano de obra urbana formada por el proceso revolucionario anterior.
Desde entonces, sumado al fin de la era de Deng Xiaoping en 1989 y las reformas radicales promovidas desde 1991, las inversiones extranjeras directas (IED) no han hecho más que aumentar. En paralelo, se formaron grandes conglomerados económicos que comenzaron a actuar de forma monopólica en el mercado interno, desplegando sus capacidades financieras a través de préstamos y créditos en todo el mundo.
Para inicios del nuevo siglo, ya se había formado la estructura principal del desarrollo capitalista en el país jugando un papel cada vez mas más preponderante en el comercio mundial ingresando en 2001 a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Ya en 2003 el gobierno creó la Comisión de Supervisión y Administración de Bienes del Estado (SASAC) encargada de administrar las principales Corporaciones estatales. En la actualidad la SASAC posee activos por más de 30 billones de dólares, unos cuantos billones por encima del propio BlackRock. Posteriormente, en 2007 la Asamblea Nacional Popular, máximo órgano de gobierno, aprobó una ley que reconoce por primera vez la propiedad privada, ya instalada desde hacía décadas en el país.
En 2011 su economía se convirtió en la segunda más grande del mundo por debajo de Estados Unidos, y en 2015 el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció a China como el mayor prestamista mundial, superando al Banco Mundial (BM) y al Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Nueva economía, viejo cuento
El fenómeno de China es considerado aún “emergente” ya que su poderío internacional como nación fue formado en los últimos 30 años, un tiempo relativamente corto en términos históricos.
Según el último informe del Sistema de Estadísticas de Comercio Exterior del Mercosur (SECEM) el principal destino de las exportaciones de la región fue China con el 29% del total. Y fueron en su mayoría productos primarios como aceites crudos, minerales, cereales y oleaginosas.
También lidera el ranking de proveniencia de las importaciones con el 25% del total, donde principalmente se encuentran aparatos, máquinas, dispositivos y circuitos, todos productos con altos requerimientos técnicos, tecnológicos e industriales para su producción. Además de la injerencia cada vez mayor del “conocimiento” a través de la transferencia de tecnología digital, como internet o microchips; tecnología biológica, como las vacunas; o tecnología militar, a través de donaciones de equipamiento y armamento.
Estos últimos aspectos pueden verse con las reiteradas donaciones realizadas, por ejemplo: en el 2020 donó a las Fuerzas Armadas de Uruguay material militar valorado en 4,5 millones de dólares. Un año después entregó 75 camiones al ejército colombiano valorado en aproximadamente 3,5 millones de dólares, entre otras. En plena pandemia donó material sanitario a Argentina, Venezuela y Bolivia. Y en julio de este año anunciaron la donación de equipos tecnológicos para la realización del censo en Bolivia.
Además, según el SECEM, los préstamos a la región por parte de China se destinan principalmente a obras de infraestructura, como represas hídricas, puertos y ferrocarriles; extracción de materias primas, como la tecnología transgénica o extracción del litio; y desarrollo digital, como las redes de 5G.
Esta división internacional del trabajo, que repite el ABC de la dominación imperialista a lo largo de la historia, también es promovida y defendida por funcionarios locales. Fue en 2020 cuando el entonces Canciller de Argentina, Felipe Solá, dijo que “nosotros necesitamos financiamiento en infraestructura y ellos necesitan la seguridad de tener proteínas animales y vegetales”.
Los acuerdos no se limitan a las fronteras nacionales entre países, sino que también buscan profundizar las relaciones con el entramado económico hacia el interior. En abril de este año, las autoridades gubernamentales de Argentina y China firmaron el Plan de Cooperación Productiva que busca capacitar, brindar asistencia técnica, líneas de créditos en pesos y dólares, y fomentar rondas de negocios en sectores productivos estratégicos con las pymes de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
Sobre deudas provinciales: Deuda provincial: un virus invisible y Endeudamiento serial
Ver: Todos los caminos conducen a China
Diplomacia de los capitales
La mencionada división del trabajo entre Latinoamérica y China data de mediados del siglo pasado cobrando especial relevancia a comienzos de este siglo. En el año 2008, el gobierno chino publicó el primer Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe que tiene por objetivo “establecer la asociación China-ALC de cooperación integral basada en igualdad y beneficio recíproco”.
Además, en 2014 se creó el Foro entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como una nueva plataforma que, según el Ministerio de Relaciones Exteriores, busca fortalecer la cooperación bilateral.
Dichas iniciativas fueron la antesala para sumar a la mayor cantidad de países de Latinoamérica al proyecto de “la Franja y la Ruta” (también llamada la Nueva Ruta de la Seda) presentada en el año 2013 por Xi Jinping, el actual presidente de China, que busca desplegar el capital chino a través de inversiones en los cinco continentes.
Ver: Una ruta con destino a China
A principios de este año, en el marco de la Ruta de la Seda, el gobierno de Argentina firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno chino para la cooperación. A través del mismo promueven el desarrollo verde, economía digital, área espacial, tecnología e innovación, educación, cooperación universitaria, agricultura, ciencias de la tierra, medios públicos de comunicación y energía nuclear. Para ello el país se endeudó por 23 mil millones de dólares con bancos y organismos financieros chinos.
Los tratados de libre comercio son promovidos en paralelo con otros países de la región de manera sostenida, como el memorando de entendimiento firmado a mediados de este año con Guillermo Lasso, presidente de Ecuador; o el tratado que negocia actualmente con Lacalle Pou, presidente de Uruguay.
Desde finales de 2020 China forma parte junto a 14 países del Indopacífico de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) considerado el acuerdo de libre comercio “más amplio en la historia” porque abarca el 30% de la economía mundial e incluye a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y sus socios Australia, India, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur.
Además forma parte de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), el G-20, G-5, G-77, Alianza del Pacífico (como observador), entre otros organismos de intercambio militar, tecnológico y comercial. Además de ser uno de los principales impulsores del BRICS en el que se encuentra con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, y que Argentina fue en reiteradas ocasiones invitada a las reuniones y formar parte como miembro permanente de la asociación.
Inversión y deuda, dos caras de una moneda
Brasil es el principal receptor de inversiones chinas en Latinoamérica, seguido de Perú, México y Argentina. En Brasil, el principal sector de la inversión es la energía, en Perú es la minería, y en Argentina y México son las infraestructuras, también referidas a la producción primaria, necesidad principal para el desarrollo industrial y tecnológico del país asiático.
Zhao Lijian, portavoz de la cancillería china, dijo que “China y Brasil son socios estratégicos integrales” y que “este año (por el 2020), pese al impacto negativo de la epidemia de coronavirus y contrariamente a las tendencias predominantes, la cooperación comercial entre China y Brasil continúa desarrollándose”.
Para el caso de Perú, Pedro Castillo, ex-presidente, declaró a meses de asumir que su país busca fortalecer las relaciones, ya que “China es un socio estratégico en materia de comercio e inversiones. Manifestamos nuestra voluntad de seguir fortaleciendo las relaciones económicas y comerciales”.
En la región las inversiones son canalizadas por entidades financieras, algunas de ellas estatales, o por medio de sus subsidiarias nacionales encargadas de actividades en sectores específicos como Cofco, Syngenta o Tianqi Lithium.
En mayo de este año, Alberto Fernández aprobó el préstamo del Bank of China, el ICBC y el China Development Bank por 4.700 millones de dólares para la construcción de las represas “Néstor Kirchner” y “Jorge Cepernic” que se viene actualizando desde su relanzamiento en 2019.
Y hace sólo unos días Sergio Massa, ministro de Economía, anunció la ampliación del swap con China por 5.000 millones de dólares luego de la reunión con Xi Jinping. Este hecho cabe ponerlo en relación con que China es un actor muy importante dentro del FMI, y la directriz instruida a los funcionarios y diplomáticos es aumentar las reservas del BCRA para continuar pagando deuda afianzando así su dominación en la región.
En medio de las negociaciones de Argentina con el FMI en 2018, Li Zhanshu, titular de la Asamblea Popular Nacional (APN) había celebrado “la deuda valorada en 44 mil millones de dólares porque contribuye a la estabilidad económica y financiera de Argentina”.