Largada la carrera electoral, la agenda dominante se impone sobre el conjunto social que la asimila como propia y, enalteciendo o criticando los candidatos, se apresan en esa encerrona.
Sindicatos y organizaciones sociales en su mayoría han expresado sus apoyos explícitos a la continuidad del gobierno que definen como la opción “más progresista” del abanico, aunque realzan sus críticas y chistan por lo bajo.
Más a la “derecha” o más a la “izquierda” las fuerzas comparten un programa que promueve la participación de la clase trabajadora reducida a la posición de ciudadano “soberano” cada vez que hay un periodo electoral.
Esto no es ninguna novedad o hallazgo. Es la política de la clase dominante que se impuso desde 1973 en adelante, se consagró en la dictadura y ha reflejado el crecimiento de la pobreza sostenidamente hasta la actualidad.
Como así también con el saqueo mediante los acuerdos de endeudamientos y los beneficios a grupos económicos exportadores que sólo recrudecen nuestras condiciones de vida a costa de oxigenar al capitalismo global en decadencia.
Por ello, debemos pelear contra el acuerdo firmado con el FMI que establece explícitamente “detener el crecimiento de la masa salarial”. La clase trabajadora tendrá como desafío en los tiempos venideros luchar por convertir sus intereses en política de gobierno construyendo una fuerza propia que trascienda a los vaivenes electorales.