Con las proclamas callejeras y el enfrentamiento entre ciudadanos de a pie en el país boliviano, la realidad que venía gestándose en el subsuelo desde hace tiempo saltó a la vista. Ahora ya no es posible mirar para otro lado y hacer de cuenta que no está ocurriendo.
Estos procesos que vivimos ratifican la idea que vivimos en un mundo en guerra. Esta afirmación sólo cobrará sentido si es a condición de hacer preeminente la iniciativa popular en ese escenario. De lo contrario, solo servirá a modo de profecía y en el peor de los casos una autocumplida.
Esta guerra de carácter global, ya no es problema de unos pocos sino el estado general en el cual vivimos la convulsión todos los habitantes. En ese marco es que se desenvuelve la discusión entre las organizaciones libres del pueblo y el llamado a luchar contra el enemigo principal.
El acelerado ritmo de la cuarta revolución industrial es la pelea que desatan los feroces intereses de los imperios por los tiempos de producción y la maximización de los beneficios. Luego, las nacionalidades, no importaran al momento de cerrar una planta o una sucursal, y mudarla al otro lado del globo.
Entonces, poner las iniciativas y sus respectivas discusiones en su lugar es un primer paso, uno firme y seguro. Crucial. Y partiendo de ello afirmamos que no son cargos los que están en juego. Mientras prestamos especial atención a la cronología y la jerarquía institucional, tal como nos la presentan, nos mantienen entretenidos.