“El COVID demostró que en el sistema capitalista el trabajo humano bajo la forma empleo sigue siendo esencial para que éste funcione. Soñamos con transformaciones que posibiliten que sea la actividad humana creativa y satisfactoria lo esencial”, dijo Roitman.
Susana Roitman es docente de sociología en la Universidad Nacional de Villa María y forma parte del Observatorio de Conflictividad Laboral, en el que confluyen docentes, estudiantes, graduados y otros compañeros por fuera del ámbito universitario.
Tras los últimos acuerdos paritarios, la conflictividad latente de distintos sectores y la última publicación del INDEC respecto a la Canasta Básica Alimentaria (CBA), conversamos sobre ello en la actualidad y los desafíos del movimiento obrero de cara a la situación.
¿Cómo ves la situación del trabajo en la actualidad?
Partiendo de que la situación anterior a la pandemia era desastrosa en Argentina y en particular Córdoba, las cosas se han empeorado para la clase-que-vive-del-trabajo – formal, desocupada o informal. Tenemos un porcentaje altísimo de precariedad laboral y a ello se le suma el acuerdo de CGT-UIA, que ha posibilitado pérdidas muy significativas en el sector del salario formal. En Córdoba el ataque combinado de Schiaretti – Llaryora ha golpeado duramente al sector público también.
Entramos muy mal a la pandemia. En el aglomerado Gran Córdoba, por ejemplo, en base a la Encuesta Permanente de Hogares, en el último semestre del 2019, teníamos 627.000 personas pobres (38% de la población), un avance del 5% con respecto al último semestre de 2018. O la desocupación había pasado del 9,2 al 9,5% entre el cuarto trimestre 2018 al cuarto trimestre 2019. También bajó el número de asalariados en favor de los “cuentapropistas”, casi todos que hacen changas y aumentó enormemente el número de los que buscan trabajar más horas. Y si miramos el empleo formal a través de las estadísticas del Sistema Integrado Previsional Argentino, la provincia de Córdoba perdió, entre marzo y abril de 2020 12.000 puestos de trabajo registrado. La situación es muy dura.
El INDEC dice que los sueldos subieron 2,4% más que el índice de precios desde enero a mayo. Pero este dato debe ser tomado con pinzas, si tenemos en cuenta los acuerdos a la baja por suspensiones, algunas homologadas otras aplicadas sin mediación del Ministerio de Trabajo, la cantidad de bonificaciones y presentismo que se ha perdido las cifras deben ser tomadas con pinzas. No porque pongamos en duda la seriedad del trabajo del INDEC sino porque lo inédito de la situación y los caracteres de la crisis hace que las metodologías tradicionales de medición se vean desbordadas, muchas cosas que quedan por fuera de los números.
¿Cómo afecta esta situación en la forma en que los trabajadores ofrecen su fuerza de trabajo?
Esta pandemia, crisis sanitaria se acopla a una crisis económica ya desatada y genera un escenario inédito donde los análisis tradicionales se quedan cortos.
Al deterioro general en las condiciones del trabajo en términos de contratos, de salarios, intensificación, salud laboral se suma una heterogeneización, una segmentación que compleja más la situación y que dificulta aún más la organización de las luchas.
Los menores niveles de contratación, todo lo relacionado a la informalidad del trabajo, a nivel histórico, ¿Cuál es tu posición respecto a cuál va a ser la evolución de esta tendencia?
Esta acentuación de la precariedad, en números es similar a la del 2002, pero creo que la situación es distinta. Estalló la crisis de la deuda y se acopló a la crisis mundial de la pandemia, que además ha golpeado de manera muy heterogénea a las distintas cadenas de valor en la que Argentina está mucho más inserta hoy. Además de las diferencias entre la miríada de pequeñas y medianas empresas volcadas al mercado interno y el sector extranjerizado y entrelazado a los grandes capitales locales ligado a la agroindustria o megaminería
Considero en esta situación de crisis lo que va a definir y modelar la situación es la dirección que tome el conflicto. Será la forma en que nos organicemos y podamos pelearla, la forma en que nos movilicemos, las que pondrán un límite a la ofensiva del capital y hasta pueda empujar a formas más autónomas, más democráticas, menos subordinadas de organizar la vida. Además de las articulaciones mundiales que hay que intentar los movimientos del mundo que en 2019 y los primeros meses de 2020 estuvieron en rebelión global y que incluso, en pandemia, continuaron como en Estados Unidos y hoy vemos en Bolivia.
El terreno donde se va a definir esto depende de la capacidad que tengamos de organizarnos, autoorganizarnos, de encontrar estrategias para golpear de forma unificada, con un solo puño o con golpes contagiosos, articulados, que encuentren un lenguaje común. Creo que esta pandemia permite descorrer el velo sobre la lógica del capital en muchos sentidos, pero va a depender de nuestras prácticas que la reflexión y el hacer colectivo tengan capacidad transformadora.
Por eso insisto mucho que nuestras prácticas hoy son significativas y muy importantes. Encontrar puntos de encuentro que permitan tomar la iniciativa desde abajo. Empujar políticas del Estado en ese sentido y no estar a la expectativa esperanzada que el Estado, como una cosa, como un cuerpo que sobrevuela las relaciones sociales actúe a favor de todos.
El estado es una relación social y sus propias políticas dependen de la correlación de fuerzas. Y esa correlación no es algo automático, se construye en el marco de posibles. Hoy, es desfavorable, pero creo que hay un gran espacio de posibilidades. No podemos hablar ni de derrotas ni de victorias, sino de un hacer cotidiano, de aprendizaje.
En la actualidad y de cara al futuro, ¿Cómo ve el desarrollo de la organización de los trabajadores?
Ahora hay que evaluar, en todo el país hay muchas luchas todavía sueltas, aisladas, Por ejemplo, en Salta hay movilización de mineros, en el sur también. Córdoba ha visto la movilización de los municipales en Jesús María primero, de la alimentación, de los jóvenes precarizados de las aplicaciones y luego grandes movimientos del transporte urbano de pasajeros y el interurbano, de los estatales provinciales a los que la Reforma Previsional atacó duramente, lo mismo que a los municipales de la Capital que lograron detener parcialmente un ataque en toda línea.
Ahora bien, no logramos articular todo eso desde abajo. Eso exige un esfuerzo enorme de reflexión, de generosidad, de apertura por parte de todos aquellos que queremos que este terreno se vuelva favorable a los que viven del trabajo en un sentido amplio, a los que estamos planteando transformaciones sistémicas.
Otra cuestión es la represión. La política represiva es significativa y avanza, así como avanza el control sobre el trabajo. La presencia policial es muy ofensiva en las barriadas populares, la contención del conflicto mediante coerción o cooptación también. Hay que ver cómo nos paramos ante eso. Creo que el papel que juegan las feministas, las organizaciones de derechos humanos, las asociaciones contra el gatillo fácil son fundamentales hoy.
Con todo esto hay elementos para decir que es una situación de crisis, de incertidumbre, y creo que todos tenemos capacidades para pensarnos en esto de que el mundo tiene que ser transformado, encontrando puntos de unión y articulación, de poder defender el salario de la clase, y defender también condiciones contractuales, y las condiciones de trabajo, que no son contradictorias para nada de lo demás.
¿Qué nos mostró la cuarentena?
La cuarentena ha mostrado el lado miserable del capital. Como también muestra esto de lo esencial que son los trabajos de cuidado, que están ninguneados, precarizados. Lo esencial que es dar de comer en un comedor, lo esencial que es la enfermera que pone el cuero a pesar de los riesgos, lo esencial que somos los docentes que sostenemos la educación en condiciones difíciles, lo esencial que son los pibes precarizados de las aplicaciones que ya contabilizan varios muertos y un montón de heridos en accidentes. Y también que nos podemos organizar para pelearla. Y también que podemos organizarnos de otro modo para vivir mejor, para el “buen vivir2, sin subordinarnos a la lógica del capital.
El COVID demostró que en el sistema capitalista el trabajo humano bajo la forma empleo sigue siendo esencial para que éste funcione. Soñamos con transformaciones que posibiliten que sea la actividad humana creativa y satisfactoria lo esencial