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En un contexto electoral en el país, se pregona como salida posible de la crisis el apoyo al partido gobernante ya que, según se comenta, estando dentro obtendremos, aunque sea parcialmente, “mejoras para la clase trabajadora”. Pero, ¿Qué plan se está llevando a cabo concretamente?
Vamos a los hechos. El plan sistemático aplicado a nivel global consta de inyección dineraria a los sectores económicos (lo que se llama en la jerga cómo “salvataje”). A su vez, se carga sobre los hombros del pueblo el pago de la deuda asumida con grandes fondos de inversión y organismos multilaterales (cómo el FMI, Banco Mundial, Club de parís, BID, entre otros), se reactiva la inyección monetaria (producción de dinero que se utiliza como mecanismo devaluatorio) y se emite Letras (más deuda) para cumplir con intereses imposibles de pagar.
El “Grupo de la Deuda” nos da de comer nuestros brazos y piernas diciéndonos que nos salvan de la desidia. Con ello, nos demuestran que el Gobierno como institución lleva adelante los intereses de los grupos sociales que logran imponerse por sobre el resto. Y sólo se impone el que tiene la fuerza para hacerlo.
Por izquierda o por derecha, la clase dominante utiliza las ideologías para apadrinar al movimiento de las clases desposeídas volviendo a estas inofensivas para la continuidad del saqueo y cercenando toda salida verdaderamente popular y soberana. Su mayor argumento es presentar a esta última como utópica e imposible de realizar en el corto y mediano plazo. Así, en nombre del pragmatismo, confunden y subestiman aspectos fundamentales de la lucha.
Con ello, estos sectores pregonan una disciplina obsecuente y retrógrada en la organización política de los trabajadores proponiendo alternativas un poquito más allá o más acá pero sin apuntar en ninguna de ellas a lo que sostiene en pie la relación dominante: el poder.
Dadas las condiciones que describimos, independientes de nuestra voluntad, en ese escenario la lucha parlamentaria no puede ser la lucha principal del movimiento en la actualidad. No se trata de negarla ni renunciar a utilizarla, sino que el curso de los acontecimientos hace que la lucha principal y decisiva se entable en el terreno de la lucha social, de enfrentamiento, de reclamo y organización de la clase trabajadora en su conjunto.
No podemos ni debemos sacrificar nuestros intereses ante éxitos momentáneos, ni tampoco dejarnos seducir por bellas fantasías que nos vuelven frágiles ante los proyectos de poder de la clase dominante sirviendo así de sostén a nuestra penuria. Sólo dejando de mendigar pequeñas y obsoletas concesiones podremos emprender la labor histórica de nuestra generación arrancando de raíz el origen mismo de nuestros problemas, y no sólo sus parciales manifestaciones que no terminan nunca por resolverse.