La guerra comenzó mucho antes del destello de las armas en Europa Oriental. Detrás del teatro diplomático emprendido por la política occidental y todo su aparato de medios de comunicación y plataformas, se desplegó un movimiento de capitales que explicita el alcance y el real carácter de lo que hay en juego.
Los aumentos exorbitantes de commodities; las amenazas de ataques cibernéticos, bacteriológicos, nucleares y químicos; los bloqueos de acceso a sistemas financieros y el creciente comercio internacional en divisas alternativas al dólar son factores de confrontación sólo posibles en un combate de dimensiones globales.
La balcanización política en Medio Oriente, África y Latinoamérica son reflejo de este largo proceso de enfrentamiento, que estruja al máximo el trabajo social y lo concentra en los territorios centrales para enfrentarse entre sí y resolver su problema principal: quién va a ser el grupo dominante que va a imponer las condiciones de dominación para un nuevo ciclo del capital.
Las consecuencias de ese enfrentamiento están a la vista de todos. Una miseria insoportable azota a las familias trabajadoras de todo el mundo y divide a la población de manera cada vez más contundente entre un minúsculo grupo de multimillonarios y grandes masas de población en la pobreza.
En dicho escenario, los reclamos se hacen notar en los cinco continentes a través de protestas y movilizaciones cada vez más generalizadas y masivas. Mientras tanto, algunos sectores de propietarios grandes, medianos y pequeños también se ven obligados a exigir paquetes de medidas dirigidas a su supervivencia, como la Unión Industrial de Argentina (UIA) a través de su Libro Blanco o las centrales de la Mesa de Enlace contra las retenciones.
En este sentido, poco puede hacer la pantomima institucional de los gobiernos para la construcción de una salida soberana que se mantiene maniatada por las buenas voluntades, el posibilismo y los límites que hacen de la “coyuntura” la responsable de contener las expectativas de los pueblos con el agua al cuello.
Como vemos, la guerra es mucho más que explosiones y movimientos de tropas, lo principal lo define el objetivo y no la forma. Confundirnos al respecto nos llevaría sin dudas a confundir también nuestro rumbo como pueblo.