Los acelerados avances tecnológicos que transforman la manera en que nos relacionamos entre seres humanos y con las cosas que nos rodean corren dispares ante las necesidades de la gran mayoría de la población mundial.
Las condiciones de producción, distribución y consumo, todo parte de una misma cosa, se someten permanente a cambios que responden a la necesidad de reproducción del dinero por el dinero mismo. Allí se gesta el llamado “progreso”, el cual es llamado como tal en la medida en que responde a dicha necesidad.
En ese marco, poco se habla de las necesidades, se presupone la competencia feroz y el enfrentamiento como factores necesarios, y las crisis periódicas son explicadas por los sectores dominantes como inevitables de la vida en sociedad.
La miseria humana, la pobreza y el hambre, son vistas como sacrificios ineludibles que la población tiene que hacer para que, en algún momento, pueda gozar de los progresos de los frutos de nuestro trabajo.
Su objetivo principal busca la maximización de las ganancias, aunque este se dé a costa de la pobreza de la humanidad. Las disputas en todo el mundo por medio de mecanismos financieros digitales (disputa de monedas, billeteras virtuales, deuda pública, etc) allanan el camino para la creación de un nuevo sujeto de escala global con característica ciudadana progresista.
La crisis generada por dicho enfrentamiento golpea también a los grupos que la promueven. En su defensa se escudan desde organismos, foros y cumbres internacionales donde congregan al entramado gubernamental y empresarial para buscar una salida. Allí deliberan formas de reconvertirse y capitalizar la mayor cantidad de valor generado por el trabajo social.
La concentración es sólo una consecuencia, una de las tantas caras del cubo al que nos invitan a ver, armar y desarmar como si de un juego se tratase. En realidad, debemos armar otro juego, donde aflore el progreso a partir de las necesidades materiales de existencia de la humanidad, donde el trabajo ya no esté al servicio de la reproducción del dinero.
En todos los territorios aflora la lucha por las condiciones de vida, generando nuevas posibilidades de cambios. Aunque, debemos decirlo, su mera enunciación poco nos acerca a resolver el problema. La verdadera crítica sólo podrá ser llevada a cabo por una fuerza capaz de barrer las condiciones actuales en las que se ve sometido el conjunto del pueblo trabajador y llegar así a lograr el verdadero progreso humano.