El escenario de crisis se profundiza en todo el mundo: mientras los grandes capitales invierten en ampliar su producción y dominación, el pueblo, por el contrario, es sometido a la miseria. Grandes masas de asalariados empobrecidos, millones de desocupados y programas gubernamentales de subsistencia son una medida de la situación.
En ese marco, surge la propuesta por el salario básico universal condicionando el debate hacia la redistribución de la riqueza, clausurando toda posibilidad de discutir el origen de las desigualdades. De esta manera encaramos nuestro problema al revés, intentando paliar sus consecuencias en lugar de atacar las causas que lo generan.
El planteo sobre el salario universal no es azaroso, mucho menos inocente, sino que se enmarca en la estrategia de poder del progresismo global, que busca representar el capitalismo como un sistema social humano y solidario, algo que no fue, es, ni será nunca.
El magnate Elon Musk ya en 2017 planteó en una Cumbre Mundial de Gobierno la posibilidad de implementar algún programa parecido frente al “desempleo masivo” porque “cada vez habrá menos trabajos que un robot no pueda hacer”.
Así, los grandes avances tecnológicos de la humanidad, lejos de utilizarse para las necesidades contemporáneas de la especie, se ponen al servicio de la obtención de ganancias.
De esta manera, el capital comete un sincericidio en el que admite que no es capaz de garantizar una sociedad en la que todos podamos intercambiar los esfuerzos de nuestro trabajo por condiciones de vida dignas, rompiéndose el mito que postula al capitalismo “como el sistema más eficiente y eficaz que necesita la humanidad”.
Para revertir esta situación, debe gestarse un plan propio, que se plantee la necesidad de encarar procesos de movilización y organización conjunta entre los trabajadores, cualesquiera sea su condición, levantando los planteos que nos permitan pensar la vida como algo más allá de un simple sobrevivir.
Para ello, es necesario tejer redes de organización a través de acciones que marquen el camino de la unidad del movimiento. En la identidad del propio movimiento obrero a través de sus gestas históricas se retoma un instrumento fundamental: la huelga general que, como lo describe Daniel Yofra, “no hay otra medida intermedia que pueda solucionar la problemática de los trabajadores”.