Tras una larga crisis y decaimiento de las condiciones de vida de la población en el país, en la década del 90´ los sectores dominantes dieron impulso a un proyecto de desarrollo basado, además del endeudamiento y la privatización, en la explotación agropecuaria.
De esta manera, bajo la consigna de la soberanía alimentaria y en supuesto beneficio de toda la población, se dió pase libre a los capitales internacionales a formar los “pooles de siembra” asentando la posición del país como exportador de materias primas baratas al mundo y dejando a su paso miseria y desocupación.
En la actualidad, para “salir” de la crisis, los sectores dominantes promueven, con discursos similares a los de décadas pasadas, generar el crecimiento a partir de la explotación de hidrocarburos y litio en base a inversiones extranjeras y la injerencia de los grandes grupos económicos, como en el caso de Techint para la construcción del nuevo gasoducto.
De esta manera, la soberanía energética, o cualquier otro aspecto al que nos podamos referir, queda reducida a la posibilidad de que los capitales desarrollen sus proyectos estratégicos con la excusa de que sólo con ellos el país podrá conseguir divisas para el pago de la deuda y salir adelante.
Por ello, la cuestión no pasa por estar a favor o en contra de la explotación de cualquier recurso natural, sino de que bajo estas condiciones de dominación cualquier proyecto que busque el desarrollo de la industria, la producción y las exportaciones serán en beneficio de los grandes fondos de inversión y en detrimento de las mayorías populares.