La faceta progresista del capitalismo ha lanzado su consigna de unidad global: “más democracia”. En los entornos empresariales y los círculos de gobierno proclaman que sin democracia es imposible vivir, que la misma está en peligro y que es condición indispensable para el bienestar social su defensa acérrima.
Los presidentes Biden, Lula y Boric coinciden y se alistan a ello. Es posible ese grado de coordinación práctico porque responden a un partido común, que no tiene la forma tradicional, como estamos acostumbrados a verlos. Y, por intermedio de esta consigna, entre otras, bajan línea para encauzar su estrategia de dominación.
En Argentina, actualmente asistimos a una de las peores crisis de la que se tiene registro: 6 de cada 10 jóvenes son pobres, el 40% de la población del país se encuentra en situación de pobreza y más de 4,2 millones de personas no llegan a cubrir sus necesidades alimentarias. Estos son sólo algunos de los indicadores que grafican esta situación.
La salida a esta crisis se nos plantea como de tipo técnica/administrativa o política/partidaria, conteniendo y delimitando el margen de acción popular. Algunos gritan que la opción es devaluar. Otros presionan para dolarizar. Pero lo que esconden detrás de ese dilema, es que ambos tienen como base el sacrificio de las condiciones de vida de quienes trabajamos para sobrevivir.
Nuestras posibilidades se achican. Se trata de un escenario de enfrentamiento y es allí donde nos preparamos para superar esta etapa de crisis con un cambio radical que solo es posible si llevamos a fondo nuestras luchas por mejorar las condiciones de vida.